El anciano del bastón de cáñamo avanzó sobre la mojada
hierba de la estepa de la ciudad de Yun , lentamente y en silencio, el singular
ambiente de la época de invierno hacía que sus pasos sobre el rocío resonasen
produciendo un extraño eco. Se detuvo delante del portón de madera de la casa
de Yago y tocó cuatro veces. La puerta se abrió y el borracho morador asomó la
cabeza , sonriendo al anciano e invitándole a pasar.
El itinerante invitado arrastró el pesado bastón por la losa
que hacía las veces de escalón y accedió a la vivienda, sentándose junto a un
fuego que crepitaba en la vieja chimenea de mármol de la vieja casa. El
borracho Yago le ofreció un trago de vino que el anciano consumió casi por
completo en seguida dejando el vaso casi vacío, y a cambio comenzó este a
contarle la historia de un antiguo samurái que marchó a batallar , dejando sola
a su mujer embarazada en su choza de un recóndito paraje de la isla de Okkaido.
El samurái salió victorioso de la batalla, logrando asesinar
a una docena de enemigos , soldados mercenarios del ejército Wang que le habían
tendido una emboscada. Sin embargo su pericia logró salvarlo , quedando eso si
, herido en uno de sus brazos. Debido a su valor le fue entregado un título
honorifico a su gran valor por parte del gobernador del pueblo que había
requerido de sus servicios . Cuando se disponía a regresar a su casa , comprobó
que los traicioneros parajes boscosos de la zona le habían jugado una mala
pasada y habían cambiado su aspecto para que este se perdiese y no supiese
regresar de nuevo a su casa junto a su mujer.
Comenzó además un temporal que dificultó aún mucho más la
orientación del samurái , quien comenzó a dar vueltas en círculos pisando el
terreno fangoso de los humedales sin vida que abundaban por el lugar
Cuando finalmente llegó a su casa, su esposa se había
suicidado al pensar que este la había abandonado. El caballero samurái , preso
de la profunda pena , se practicó el sepukku con su katana . Y desde entonces
el fantasma del caballero puede verse vagando por los humedales del lugar,
deambulando y con el rostro sumido en un gesto de dolor.
Antes de dar un respingo, el borracho Yago se llenó un
último vaso de una jarra de sake que había por un lado de la mesa y pegó un
cabezazo sobre la misma antes de caer completamente borracho. Por su parte , el
anciano del bastón apesadumbró su gesto , acabó su bebida y se levantó
pesadamente y se marchó por la puerta, caminando despacio , muy despacio ,
hasta que su figura de desvaneció en el aire confundiéndose con las neblinas
que flotaban en el aire del solitario paraje..
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